lunes, 9 de febrero de 2009

El Almeria tiró el partido.


El Málaga firmó una remontada grandiosa en el derbi. Grandiosa e inesperada, porque el Almería había jugado una primera parte sencillamente perfecta y se había ido al vestuario ganando 0-2 con un fútbol combinativo que había desnudado al Málaga, gris Málaga, empeñado en retroceder en el tiempo y sacar de la caja de zapatos la fotografía de septiembre. Plano, sin Apoño, con un doble pivote que es la negación del fútbol, el Málaga fue una caricatura. Estaba triste así y se le notaba. Y el Almería, como unas castañuelas. Por eso hizo los dos goles y dio una sensación de superioridad inapelable. Y así de feliz se fue a la caseta, 0-2 (Uche y Negredo), convencido de que tenía el partido en el bolsillo y de que si aprovechaba la velocidad de Crusat y la espada de Negredo, habría incluso goleada.

La Rosaleda recibió con una atronadora ovación al ingeniero Duda, al que una semana entre algodones había sacado del once. Y, ardió con Salva, al que muchos daban por perdido. Hugo miró un tanto sorprendido al césped. Era incapaz de adivinar qué extraño y loco plan era ese de Tapia. Tampoco era tan difícil. En una situación desesperada, un ataque indiscriminado, con toda la pólvora, con toda la rabia del mundo. Al Almería le pilló de sopetón el tornado. Se había sentido tan superior en la primera parte que no podía esperar esa fuerza descontrolada. Y fue aplastado. Duda, Eliseu, Baha, Luque, Salva, Calleja y Gámez. Siete futbolistas en el área rival y un triángulo, Lolo (gigantesco su partido), Hélder y Weligton para defender.

A la propuesta suicida, el Almería respondió con una defensa kamikaze, que quiso alejarse del área para evitar el bombardeo, pero se convirtió en un coladero y fue agujereado. Luque, que en la primera parte ya se había sacado una volea imposible que Alves había despejado, marcó un gol de inspiración, con un control a un pase diagonal y lejanísimo de Gámez que culminó con una volea que fue un estoque. Balón al centro del campo. A que no parase el temporal. Y por allí andaba Salva, veterano de guerra, experto en tácticas de desgaste y desánimo en la tropa rival. Amenazante, francotirador. Un tormento para Pellerano y Carlos García. Un buscavidas. Animado por Luque, Duda y Eli, que eran flechas, aprovechó un balón muerto, marcó el empate y supo que el de ayer era su partido, su revancha contra ese tormento de lesiones que le ha tenido un año en paro.
Lo peor para el Almería fue saber que no tenía el control, no hacer nada por impedir lo que estaba pasando. Fue un equipo sin personalidad, excelente si se ve con el viento a favor, pero sin carácter (ay, Juanito en el banquillo...) para dar la primera patada, para interpretar el juego, para dar una voz. Lo peor para el Almería fue que sabía que le esperaba un mal final, esa carrera contra el tiempo de Salva que remató con la pierna derecha, otra vez, al único sitio imposible para Diego Alves. Fue un gol de oficina, de futbolista que se ha pasado en el área toda la vida, que ha leído todos los libros del gol. Salva ha tenido eso siempre. La Rosaleda, que le tiene en su imaginario como uno de sus grandes ídolos, lo celebró como nunca. Ni siquiera el disparo final de Corona al larguero lo podía estropear.
En resumidas cuentas que el Almeria tiró el partido en la segunda parte, Hugo en sala de prensa reconoció como justa la derrota ya que no se puede estar tan desconcentrado ni pensar que un partido está ganado al descanso.

1 comentario:

costero dijo...

vamos empicaos pa bajo valla tela yo aria unos cambios en esa defensa como quitar a carlos garcia y un descansito a bruno que valla dos fallos tuvo dejando espacio para que tire luque que ni le presiono y en segundo lo mismo con el de salva
un saludo