Volvía El Fundi a Almería tras varios años de ausencia. Y lo hacía con el muslo abierto, a causa de la cornada que sufrió este domingo en Bilbao. Pero lejos de que se le notase, el de Fuenlabrada protagonizó una gran tarde de toros. Por poderío, por técnica, por inteligencia... pero también por buen toreo. Puro magisterio.
Lo del torero de Fuenlabrada no es nuevo. Tal vez esta temporada se le haya ‘cantado' mucho más todos sus triunfos, pero nadie debe llevarse a engaño. Su carrera y sobre todo sus últimos años son todo un ejemplo a seguir. Ahora, por fin, parece que se le está haciendo justicia. Convenciendo a todos esos incrédulos que sólo veían en él a un torero ‘bravo' para las ganaderías más ‘duras'. Porque sabe lidiar al toro complicado y torear de forma sensacional al toro bravo y encastado. En Almería lo demostró.
Tanto la tarde de Bilbao como ésta última van a marcar un nuevo punto en su temporada. Tal y como ocurrió en Sevilla y Madrid. La conjunción en el ruedo de la Avenida de Vilches fue perfecta. Porque a un torero en su mejor momento se le juntó un gran toro de Cebada Gago. Un animal de nombre Pinturero, castaño claro y de 515 kilos. Bien presentado para esta plaza. Con hechuras de meter bien la cara.
Ya desde que salió por chiqueros, Pinturero embistió con clase - aunque con tendencia a quedarse corto- en el capote de El Fundi, que lo toreó con mucho temple y gusto, cargando la suerte a la verónica. Los mismos parámetros compartieron las chicuelinas siguientes, antes de que acudiese el toro al caballo. El toro poco a poco tendía a ir a más aunque el tercio de varas se limitó a cumplir. A secas. Casi siempre con un pitón. Sólo un puyazo. Y este dato, que pudiera parecer insignificante, siempre hay que tenerlo en cuenta a la hora de pedir un indulto, como más tarde sucedería.
En banderillas, el toro terminó por venirse arriba. Galopando largo y alegre. Buena señal para lo que sucedería minutos más tarde. Porque El Fundi fue el primero en verlo claro. Primero, pegado a tablas, en torerísimos pases por bajo, culminados con mejores cambios de mano. Y de ahí, al centro del ruedo. Donde se deben torear los toros bravos. La faena fue intensa desde el comienzo. Las primeras tandas por el pitón derecho fueron sensacionales. Largas, templadas y hondas. Llevando siempre a Pinturero muy tapado, sólo enseñándole la muleta, a la que acudía con suma nobleza.
Al natural, El Fundi terminó por romperse. El de Cebada repetía con mucha clase y ritmo, metiendo bien la cara y teniendo la suerte en caer en tan buenas manos. Siempre el toque preciso en el momento adecuado. Para llevarlo muy largo por ese pitón izquierdo, templando a un toro que ya de por sí tenía mucho temple. A esas tandas, le sucedieron otras por el derecho de mucha belleza. Llegando a poner al público en pie. Por fin, había conquistado Almería gracias a una faena de muchos quilates.
Desde ese momento, la locura. El madrileño se fue a por la espada y un grupo de espectadores solicitó el indulto. La catarsis, a partir de ahí, fue colectiva. El Fundi estaba a gusto - muy a gusto- en la cara del toro y sólo quería seguir toreando. Emborrachándose en cada muletazo. Pero el presidente ordenó que entrara a matar. No fue su mejor estocada, pero las dos orejas que cortó era de ley. Antes de recogerlas fue el primero en aplaudir el arrastre de Pinturero. Un gran toro de Cebada.
Ya en el que abrió plaza, El Fundi dio una gran dimensión, mostrándose muy por encima de un toro que perdió varias veces las manos y que llegó a la muleta embistiendo con brusquedad. Sobre todo por el lado izquierdo. Se lo sacó pronto más allá de la segunda raya, para torear sin apreturas al principio y dominando más tarde. Desafiando más de una mirada del de Cebada y apostando fuerte.
Un triunfo que a grandes rasgos puede tapar la actuación de sus dos compañeros. Pero por motivos muy diferentes. Luis Bolívar se justificó con creces. Sobre todo con el tercero, un toro de menos cuajo que el resto de sus hermanos pero que tuvo como principal virtud la movilidad, al que comenzó a torear con dos cambiados en los medios. No siempre embistió con claridad, pues muy a menudo salía con la cara alta. Pero Bolívar consiguió templarlo en varias ocasiones, bajando la mano.
El colombiano apostó por el toro. Y dejó buenos muletazos antes de recetar un pinchazo recibiendo y una estocada entera que le valió una oreja. Con el sexto, de salida, no se amilanó tras el magisterio de El Fundi, al que brindó la faena. El de Cebada tenía su puntito de casta que no siempre encontró el acople necesario en el torero, siempre con ganas de agradar.
La corrida tuvo sobre todo dos nombres propios. El Fundi y Pinturero. Sin olvidar, por supuesto, la entrega de Bolívar. Porque a López Chaves se le volvió a ver desdibujado. Mala noticia esta, de un torero que no termina de remontar la temporada. Es cierto que el salmantino se llevó el peor lote y que salió a por todas con el capote en su primero. Pero tampoco se vio al torero de otros años.
Lo del torero de Fuenlabrada no es nuevo. Tal vez esta temporada se le haya ‘cantado' mucho más todos sus triunfos, pero nadie debe llevarse a engaño. Su carrera y sobre todo sus últimos años son todo un ejemplo a seguir. Ahora, por fin, parece que se le está haciendo justicia. Convenciendo a todos esos incrédulos que sólo veían en él a un torero ‘bravo' para las ganaderías más ‘duras'. Porque sabe lidiar al toro complicado y torear de forma sensacional al toro bravo y encastado. En Almería lo demostró.
Tanto la tarde de Bilbao como ésta última van a marcar un nuevo punto en su temporada. Tal y como ocurrió en Sevilla y Madrid. La conjunción en el ruedo de la Avenida de Vilches fue perfecta. Porque a un torero en su mejor momento se le juntó un gran toro de Cebada Gago. Un animal de nombre Pinturero, castaño claro y de 515 kilos. Bien presentado para esta plaza. Con hechuras de meter bien la cara.
Ya desde que salió por chiqueros, Pinturero embistió con clase - aunque con tendencia a quedarse corto- en el capote de El Fundi, que lo toreó con mucho temple y gusto, cargando la suerte a la verónica. Los mismos parámetros compartieron las chicuelinas siguientes, antes de que acudiese el toro al caballo. El toro poco a poco tendía a ir a más aunque el tercio de varas se limitó a cumplir. A secas. Casi siempre con un pitón. Sólo un puyazo. Y este dato, que pudiera parecer insignificante, siempre hay que tenerlo en cuenta a la hora de pedir un indulto, como más tarde sucedería.
En banderillas, el toro terminó por venirse arriba. Galopando largo y alegre. Buena señal para lo que sucedería minutos más tarde. Porque El Fundi fue el primero en verlo claro. Primero, pegado a tablas, en torerísimos pases por bajo, culminados con mejores cambios de mano. Y de ahí, al centro del ruedo. Donde se deben torear los toros bravos. La faena fue intensa desde el comienzo. Las primeras tandas por el pitón derecho fueron sensacionales. Largas, templadas y hondas. Llevando siempre a Pinturero muy tapado, sólo enseñándole la muleta, a la que acudía con suma nobleza.
Al natural, El Fundi terminó por romperse. El de Cebada repetía con mucha clase y ritmo, metiendo bien la cara y teniendo la suerte en caer en tan buenas manos. Siempre el toque preciso en el momento adecuado. Para llevarlo muy largo por ese pitón izquierdo, templando a un toro que ya de por sí tenía mucho temple. A esas tandas, le sucedieron otras por el derecho de mucha belleza. Llegando a poner al público en pie. Por fin, había conquistado Almería gracias a una faena de muchos quilates.
Desde ese momento, la locura. El madrileño se fue a por la espada y un grupo de espectadores solicitó el indulto. La catarsis, a partir de ahí, fue colectiva. El Fundi estaba a gusto - muy a gusto- en la cara del toro y sólo quería seguir toreando. Emborrachándose en cada muletazo. Pero el presidente ordenó que entrara a matar. No fue su mejor estocada, pero las dos orejas que cortó era de ley. Antes de recogerlas fue el primero en aplaudir el arrastre de Pinturero. Un gran toro de Cebada.
Ya en el que abrió plaza, El Fundi dio una gran dimensión, mostrándose muy por encima de un toro que perdió varias veces las manos y que llegó a la muleta embistiendo con brusquedad. Sobre todo por el lado izquierdo. Se lo sacó pronto más allá de la segunda raya, para torear sin apreturas al principio y dominando más tarde. Desafiando más de una mirada del de Cebada y apostando fuerte.
Un triunfo que a grandes rasgos puede tapar la actuación de sus dos compañeros. Pero por motivos muy diferentes. Luis Bolívar se justificó con creces. Sobre todo con el tercero, un toro de menos cuajo que el resto de sus hermanos pero que tuvo como principal virtud la movilidad, al que comenzó a torear con dos cambiados en los medios. No siempre embistió con claridad, pues muy a menudo salía con la cara alta. Pero Bolívar consiguió templarlo en varias ocasiones, bajando la mano.
El colombiano apostó por el toro. Y dejó buenos muletazos antes de recetar un pinchazo recibiendo y una estocada entera que le valió una oreja. Con el sexto, de salida, no se amilanó tras el magisterio de El Fundi, al que brindó la faena. El de Cebada tenía su puntito de casta que no siempre encontró el acople necesario en el torero, siempre con ganas de agradar.
La corrida tuvo sobre todo dos nombres propios. El Fundi y Pinturero. Sin olvidar, por supuesto, la entrega de Bolívar. Porque a López Chaves se le volvió a ver desdibujado. Mala noticia esta, de un torero que no termina de remontar la temporada. Es cierto que el salmantino se llevó el peor lote y que salió a por todas con el capote en su primero. Pero tampoco se vio al torero de otros años.
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